Mirada de Occidente

"El mal es bien, y el bien es mal ..." Macbeth, William Shakespeare

viernes, mayo 20, 2005

Grupo de Combate Theodore Roosevelt

Parece que la joya de Armada española, la F-100 "Álvaro de Bazán", se va de paseo al Grupo de Combate del portaviones CVN 71 Theodore Roosevelt.

Eso sí, de noticias publicadas en los principales medios españoles nada de nada. No se vayan a molestar algunos, como por ejemplo los pancarteros y los que realmente gobiernan en España. Por lo tanto sólo de fuentes extranjeras.

Se acabo eso de sentarse ante la bandera de marras. Eso sí, sin que se entere el que manda. Y quizá, todo para que los futuros submarinos S-80 de la Armada, dispongan, AL PARECER, del sistema de combate AEGIS, ya montado por las F-100, y considerado el mejor del mundo. "La pela es la pela", sí, pero quizá el susodicho sistema no sirva para submarinos, así que a ver si no nos dan gato por liebre (o es que los del enlace se han pasado de listos, que también puede ser).

Todo sea por un crucero veraniego al gusto de ZP.

PS: A pesar de lo anterior, desde este blog estamos encantados de que un buque de combate español forme parte de la Armada más poderosa de la actualidad. Así por lo menos se entrenan y aprenden. Aunque no sabemos muy bien para qué.

lunes, mayo 16, 2005

De Guinea vía Zimbabue

Áyer, después de dar la lata bastante, las excelsas autoridades, es un decir, de Zimbabue, liberaron a 62 supuestos "mercenarios", al parecer, supuestamente implicados en el supuesto intento de golpe de Estado contra Obiang. Cuando supuesto.

En fin, la noticia se puede encontar aquí (y aquí). Las cárceles de África no deben ser como las de aquí, así que los chavales se han ido a casa con tuberculosis y demás. Una gracia.

Todo esto viene porque no nos hemos olvidado del simpático Simon Mann, y el peculiar hijo de Lady Thatcher, y sus supuestas aventuras contra Guinea. Algo que ya hablamos en Guinea y el golpe, en De Guinea, por aquello de no olvidarnos, y en Guinea: cada día más interesante.

Por cierto, hace unas semanas, un payaso de apellido Moto, con la inestimable ayuda de los payasos de Santa Cruz (y Viana, o donde estén), nos tentó a dedicarle unas líneas. Pero debido a su fulgurante carrera contra Obiang, del tipo: "quitate tu, que me pongo yo" (es lo que tienen las concesiones de petróleo), y el daño que está haciendo a los opositores de verdad en Guinea, no lo creímos conveniente. De hecho, ni el propio Obiang le debe tener en cuenta. Triste, pero cierto.

domingo, mayo 15, 2005

La valoración de un realista sobre el "programa de la libertad" (II)

Los principios
Un compromiso lúcido con el programa de la libertad debería tener en cuenta los siguientes principios:
- El proceso de democratización no depende de una única decisión y no se completará de golpe. Las elecciones, por deseables que sean, no son más que el principio de una larga empresa. La voluntad de aceptar sus resultados es un obstáculo más serio. La instauración de un sistema que permita a la minoría convertirse en mayoría es todavía más compleja.
- Los estadounidenses deben entender que los éxitos no culminan su compromiso, sino que probablemente lo intensifican. Porque cuando nos involucramos, cargamos incluso con la responsabilidad de las consecuencias inesperadas. Debemos lidiar con esas consecuencias, independientemente de nuestras intenciones originales, y no actuar como si nuestros compromisos fueran tan variables como las encuestas de opinión.
- Las elecciones no son una garantía inevitable de un resultado democrático. Radicales como Hizbolá y Hamás parecen haber aprendido los mecanismos de la democracia para socavarla y establecer el control total.

Estos obstáculos definen la magnitud del desafío. Como la potencia democrática que domina el mundo, debemos equiparar valores a poder, cambio político institucional a necesidades geopolíticas. En los países donde debe llenarse un vacío y están presentes las fuerzas de EE.UU, la capacidad estadounidense para incidir en los acontecimientos es considerable. Sin embargo, ni siquiera entonces es posible aplicar automáticamente modelos creados a lo largo de siglos en las sociedades homogéneas de Europa y Estados Unidos para sociedades étnicamente diversificadas y religiosamente divididas en Oriente Próximo, Asia y África. En las sociedades multiétnicas, el gobierno en mayoría implica la subyugación permanente de la minoría, a menos que exista una sólida estructura federal y un sistema de contrapesos y equilibrios. Para lograr esto mediante la negociación entre partes que consideran la dominación de los demás grupos una amenaza para su supervivencia, es una empresa extraordinariamente esquiva. No obstante, determinará el grado en que pueden alcanzarse los objetivos democráticos en Irak y, en menor grado, en Afganistán.

Líbano ilustra otro aspecto de estas consideraciones. El levantamiento que expulsó a las fuerzas sirias es un testimonio del crecimiento de la conciencia social, pero también del cambio del entorno estratégico. Siria, demasiado débil para resistir presiones internacionales, posiblemente suponga que la retirada finalmente devolverá la situación al caos que instigó su intervención en un principio. En tres ocasiones desde 1958 -EE.UU. ese año, Siria en 1976 e Israel en 1981-, la intervención extranjera aguantó el fuerte en Líbano para impedir que cayera en la violencia y para mediar entre cristianos, suníes, chiíes y drusos. El conflicto interno se ha agudizado más porque el acuerdo constitucional instaurado ya no refleja el equilibrio demográfico real.

A estas alturas, la fuerza motriz en Líbano es menos democrática que populista; es una competición en la cual las facciones organizan demostraciones competitivas parcialmente diseñadas para sobrecoger a sus oponentes. La prueba será si EE.UU. y la comunidad internacional son capaces de diseñar un marco político de trabajo consensuado y si pueden movilizar una presencia internacional para garantizar que las pasiones enfrentadas no vuelvan a estallar en violencia y que las aventuras exteriores sean desalentadas. La clave del futuro de Líbano reside en la fusión de estrategia y valores, en la unión de lo práctico y lo ideal, y no en un énfasis excesivo en lo uno a costa de lo otro.

En Egipto y Arabia Saudí, el vacío es potencial, no real. Una política sabia navegará entre los esfuerzos por vencer el estancamiento y las presiones que disolverán el marco político actual en una competición de facciones radicales o la victoria de una de ellas. La victoria fundamentalista en las elecciones locales de Arabia Saudí ilustra este peligro. Las políticas que fracasen en cualquier sentido podrían convertir a estos países en el talón de Aquiles de toda la política de Oriente Próximo. Estados Unidos ha dejado clara su convicción de que una evolución democrática que refleje aspiraciones populares es una necesidad a largo plazo. Pero todavía no ha definido qué quiere decir con esa frase o cuando habla de un proceso evolutivo apropiado. La revolución en Irán nos da una lección sobre los riesgos de la falta de decisión en los años sesenta y setenta, antes de la revuelta fundamentalista, pero también sobre el peligro de las presiones durante la administración de Carter, que acabaron en un sistema mucho más autocrático que el del Sha. En la gestión razonable de estos problemas hay en juego importantes cuestiones estratégicas, entre ellas la viabilidad de la negociación palestina.

China y Rusia
Por último, está el reto de cómo lidiar con sociedades como China y Rusia, que sólo han recurrido en cierta medida a la tradición política occidental en su transición al mundo globalizado, si es que han recurrido a ella. Hasta ahora sólo han utilizado sus propias historias o sentidos nacionales de identidad como guías. ¿Hasta qué punto y con qué medios puede influir EE.UU. en este proceso? ¿Y en qué sentido? ¿Qué nivel de entendimiento del contexto nacional, influido por siglos de historia, es necesario para generar confianza en los resultados deseados? ¿Qué precio en intereses estratégicos a medio plazo estamos dispuestos a pagar?

Para poner en práctica el programa de la libertad se deben equiparar los valores de la tradición democrática con las posibilidades históricas de otras sociedades. Debemos evitar el peligro de que una política centrada en nuestras percepciones nacionales genere reacciones en otras sociedades, haciendo que se congreguen en torno al patriotismo, y lleve a una coalición de los resentidos contra lo que se percibe como un intento de hegemonía. Paradójicamente, el resultado de una euforia excesiva podría ser el aislamiento estadounidense de las principales tendencias de este periodo.

El presidente Bush ha planteado una visión drástica. El debate nacional ahora debe centrarse en las circunstancias concretas en las que debe llevarse a la práctica. Los grupos no gubernamentales deberían participar en este proceso. Ya que han expresado su opinión sobre la importancia del tema, ahora deberían contribuir al desarrollo de una sustancia responsable. La estrategia para aplicar la visión del programa de la libertad necesita generar consenso, tanto en el plano nacional como en el internacional. Ésa será la prueba de si estamos aprovechando la oportunidad para cambiar el sistema o participando en un episodio.

Se podrá estar de acuerdo con todo lo anterior, o no; pero hay que reconocer que el tio sabe lo que escribe, y encima lo hace bien. Lo de escribir.

La valoración de un realista sobre el "programa de la libertad" (I)

Aunque desde aquí nos definamos como realistas, entendemos que, tal y como defendió Hans J. Morgenthau (aquí sus "principios"), la diferencia entre realismo e idealismo es nimia. Pero aun así vamos a transcribir el último artículo escrito sobre la lucha idealistas-realistas de Kissinger.

Si bien no estamos de acuerdo con el hecho de instaurar la democracia por todo el mundo sin ton ni son; que es lo en las primeras líneas ensalza Henry. Al fin y al cabo no nos parece "ideal" pasar de un fanatismo religioso, étnico, o cualquier otro tipo de dictadura, a otro fanatismo muy de moda últimamente: el democrático.

El artículo se ha publicado en el ABC de hoy, día 15 de mayo de 2005; y para que no haya problemas lo hemos dividido en dos:

La valoración de un realista sobre el "programa de la libertad"
Henry A. Kissinger, en ABC 15 de mayo de 2005

Durante los últimos meses se han producido avances extraordinarios de la democracia: elecciones en Afganistán, Irak, Ucrania y Palestina; elecciones locales en Arabia Saudí; la retirada siria de Líbano; la apertura de las elecciones presidenciales en Egipto; y levantamientos contra dictadores afianzados en Kirguistán. Raramente las condiciones han parecido tan fluidas y el entorno tan maleable. Esta grata tendencia fue impulsada en parte por la política del presidente George W. Bush en Oriente Próximo y acelerada por su segundo discurso inaugural, que convirtió el avance de la libertad en el mundo en el objetivo definitorio de la política exterior de Estados Unidos. Los expertos han interpretado estos acontecimientos como una victoria de los «idealistas» sobre los «realistas» en el debate sobre las pautas de la política exterior estadounidense.

De hecho, Estados Unidos es probablemente el único país en el que el término «realista» puede utilizarse como un epíteto peyorativo. Ningún realista serio debería afirmar que el poder se justifica a sí mismo. Ningún idealista debería insinuar que el poder es irrelevante para la propagación de los ideales. El verdadero problema es establecer un sentido de la proporción entre estos dos elementos esenciales de la política. El énfasis excesivo en cualquiera de los dos conduce al estancamiento o al exceso de obligaciones. El progreso de la democracia no se produjo totalmente bajo su propio impulso. Las circunstancias fueron tan importantes como el diseño. Las elecciones en Irak y Afganistán fueron posibles gracias a las victorias militares estadounidenses sobre los talibanes y Sadam Husein; las elecciones ucranianas surgieron de la caída del poder soviético y ruso en Europa del Este; el levantamiento libanés reflejó el aislamiento de Siria tras la caída soviética; y la muerte de Yaser Arafat y la derrota de la segunda Intifada posibilitaron las elecciones palestinas. Por tanto, el debate entre realismo e idealismo suele estar desencaminado.

Bismarck, el realista supremo
La escuela realista no rechaza la importancia de los ideales o los valores. Sin embargo, insiste en sopesar, de forma cuidadosa e incluso neutra, el equilibrio de las fuerzas materiales, junto con una comprensión de la historia, la cultura y la economía de las sociedades que integran el sistema internacional, y sobre todo, de la nuestra. Esto incluye una percepción de la posibilidad de consecuencias no deliberadas. Por ello, el realista supremo, Otto von Bismarck, definió la habilidad política como sigue: «Lo mejor que puede hacer un estadista es escuchar los pasos de Dios, asir el doblez de Su manto y recorrer con Él algunos pasos del camino». Era un ruego de sobrecogimiento ante lo incognoscible, un respeto por la contingencia de las consecuencias no deliberadas (paradójicamente, una doctrina no tanto de poder, sino de humildad y circunspección). En Estados Unidos, esta idea fue captada en la máxima de John Quincy Adams: «No viajamos al extranjero en busca de monstruos que destruir. Somos los que desean la libertad y la independencia para todos. Somos sólo paladines y reivindicadores de los nuestros».

La escuela de pensamiento idealista se muestra impaciente con las restricciones autoimpuestas. No rechaza necesariamente el aspecto geopolítico del realismo, pero lo traduce en una llamada a las cruzadas en nombre del cambio de régimen. Aunque es defendida como una nueva doctrina, la prescripción del cambio de régimen sigue un precedente bien establecido. Fue lo que impulsó las guerras religiosas del siglo XVII, las de la Revolución Francesa en el siglo XVIII y principios del XIX, la Alianza Sagrada, la versión trotskista del comunismo y la yihad musulmana contemporánea. El contenido de la aspiración universal cambia con las circunstancias, pero su premisa de que el orden mundial depende de la adopción general de valores compatibles es constante.

Los realistas juzgan la política por la habilidad para perseverar en la búsqueda de un objetivo por etapas, cada una de las cuales es imperfecta si se juzga según valores absolutos, pero que no se intentaría en ausencia de dichos valores. Los acólitos del idealismo erradican tales restricciones, centrándose en el objetivo último, rechazan el debate contingente de viabilidad con su inevitable componente geopolítico. Los realistas buscan el equilibrio; los idealistas luchan por la conversión. Por eso los cruzados generalmente han provocado más levantamientos y sufrimiento que los hombres de Estado.

El excepcionalismo estadounidense, que se ve a sí mismo como una brillante ciudad sobre la colina, siempre ha insistido en representar valores universales más allá de los dictados tradicionales del interés nacional. En ese sentido, el segundo discurso inaugural del presidente supone una afirmación rotunda de una importante corriente del pensamiento estadounidense sobre la política exterior. En un mundo de yihad, terrorismo y proliferación de armas de destrucción masiva, el presidente Bush propuso un desafío que va más allá de los intereses de cualquier país, y que a su vez podrían adoptar distintas sociedades sin perjuicio para sus propios intereses. Explicó que EE.UU. busca el avance hacia la libertad, no su logro final en un tiempo definido, y que reconoce que la evolución histórica debe ser el fundamento para que cualquier proceso tenga éxito. Basándose en esto, realistas e idealistas deberían avanzar juntos.

Los valores son esenciales para definir objetivos; la estrategia es la que los aplica estableciendo prioridades y definiendo el calendario. La estrategia debe comenzar con el reconocimiento de que el programa de la libertad no hace irrelevante el análisis geopolítico. Hay problemas para los que las estrategias de campaña tienden a errar el blanco. El ascenso de China es un reto geopolítico, no un desafío básicamente ideológico. Las relaciones de Estados Unidos con India son otro buen ejemplo. Durante la Guerra Fría, India no veía ningún imperativo en apoyar la causa de la democracia contra el comunismo. Su interés nacional no se veía afectado por cuestiones como la libertad de Berlín. Ahora India es, en efecto, un socio estratégico, no debido a una estructura nacional compatible, sino por intereses de seguridad paralelos en el sureste de Asia y el Océano Índico, y con respecto al Islam radical.

sábado, mayo 14, 2005

Francia y el NO

Parecía que en el referéndum en Francia sobre el Tratado por el que se establece una constitución para Europa, iba a salir el . Pero no, parece que lo mismo sale el No.

Ya no es porque la Constitución de Giscard sea buena o mala para Francia, de hecho es mala para Europa, sobre todo para España y el Reino Unido, si no porque el Gobierno de Raffarin, y la Presidencia de Chirac, son un desastre.

Además, la entrada de Turquía está condicionando que el MonstruoEuropeo de apruebe.

La última de los chicos de Chirac: declarar laborable el Lunes de Pentecostés. Al fin y cabo Francia sigue siendo la Católica Francia, aunque sea para no trabajar, o precisamente por eso.

Por cierto, creo que ya lo dijimos, pero si no fue así, o por si no se ha notado (cosa que dudamos): NO QUEREMOS ESE TRATADO MAL LLAMADO CONSTITUCIÓN.

Por lo menos ya queda poco para que nuestro querido Sarkozy gane el Elíseo.

viernes, mayo 13, 2005

El debate ...

... sobre el estado de la (de momento) Nación.

Lo de este país de risa. Risa triste, pero risa al fin y al cabo. El Zapatero se está cargando lo que los Católicos Reyes se empeñaron en juntar. Y lo está haciendo a una velocidad de vertigo.

Rajoy, por su parte. no ha hecho más que recordárselo en eso que se denomina debate. No estuvo mal. Las andanadas del "pepero" no las venía venir el "rojelio". Y no nos extraña, porque a Marianín no le conocía ni la madre que le parió (esto último dicho con todo el respeto del mundo paracon su santa madre). Una intervención la de Rajoy, que ha enerbado los ánimos de sus correligionarios. (Dicha intervención se puede encontrar aquí).

Pero esa demoledora y lapidaria intervención de Rajoy debe ser observada desde la prudencia. Lo que ha hecho ha sido afianzar su liderazgo dentro de su partido, algo que necesitaba después de las "actuaciones" de JoseMari. Y además le ha hecho ver a ZP lo que hay: que sin el PP no hay reformas. Algo que el susodicho ZP no ha debido entender (vease la que a liado con los terroristas y sus amigos), pero que el PP puede rentabilizar con una buena e interesante estrategia de comunicación, a la par que una ingente dosis de paciencia.

Con un gallego al mando, la paciencia está casi garantizada (qué pasará en las elecciones gallegas del próximo mes), pero la comunicación ... Hasta el día de hoy, y desde 1996, la comunicación NO ha sido el fuerte de los de Génova, así que a ver si espabilan.

Todo sea por dar guerra.