Mirada de Occidente

"El mal es bien, y el bien es mal ..." Macbeth, William Shakespeare

sábado, noviembre 05, 2005

Una clase de Historia

La tarde política del otro día dejó interesantes perlas. Y teniendo en cuenta que mañana defenderemos la unidad de España en la Puerta del Sol, pues nos hemos propuesto escribir un post didáctico. Eso sí, al final contamos con ayuda.

Ante todo, y dejando de lado las preferencias, hay que decir que Rajoy ganó. Esperemos que sirva para algo.

Si en su discurso, el Risas se fué por los cerros de Úbeda (al fin y al cabo, si todo está tan bien ¿para qué cambiarlo?), en la réplica se le acabó de ir el santo al cielo. Salieron de sus bocas sus miedos: el 11M (un miedo entendible), Franco, Aznar (y eso que el que le hizo frente en el Congreso fue Rajoy). En fin, miedoso estaba en chaval.

Los "próceres" catalanes, no estuvieron mal. Perdón, ellos no estuvieron mal. Tanto Más como Pérez (Rovira) fueron de lobos con piel de corderos, y claro, descolocaron al Risas. Pobre Risas. Pero los mencionados "heraldos" cumplieron con su papel. No está de más recordarlo.

Pero ella ..., ella se fue de madre. Y por esa pobre iletrada escribimos este post. Para cultivarla, o por lo menos con la loable intención de, por mucho que ésta parezca, por desgracia, excesivamente ardua. Es lo que tiene hablar del siglo XIX como el siglo de la Inquisición ... Menos mal que debió ir al colegio.

En más de una ocasión hemos hablado desde aquí de la unidad política que suposo para España el III Concilio de Toledo, en época visigoda, como muy bien nos enseñó Don Antonio Domínguez Ortiz, es decir, una unidad de unos mil y pico años. Tonterias de años. Pues bien, en esta ocasión, le dejamos a Don Francisco Rodríguez Adrados que, por medio de la Tercera de ABC de ayer día 4 de noviembre, nos enseñe no solo lo de los años ya mencioandos, sino también ciertos parelismos:


Voy a hablar de semejanzas y diferencias. La España de 2005 la vivimos (y la sufrimos) todos. Sigue a las crisis de 1931 y 1975: tras cada una, un estatuto catalán, este será el tercero, si es que sale. Cada uno más desintegrador que el anterior.

Cosas parecidas en crisis anteriores: la de 1873, con la primera República y el federalismo de Pi y Margall (nuestros nuevos federalistas deberían leer cómo acabó); la de 1898, la de Cuba, cuando nació realmente el nacionalismo catalán y, miméticamente, el vasco. Se podría seguir hacia atrás.

En 1936 fue el dramático fin de la crisis que comenzó con la segunda República de 1931, yo la viví desde Salamanca. Y lo he leído casi todo. Soy buen testigo, «el tercero que está», no implicado directamente.

Hay demasiadas semejanzas (luego hablaré de las diferencias) entre la segunda República y el momento actual. Semejanzas: Zapatero y los suyos han construido un grupo como aquel de la segunda República, en el que se aliaron los socialistas de Largo Caballero, los comunistas, anarquistas y separatistas. Cómo acabó, ya lo sabemos.

En el grupo ahora construido entran los herederos de aquel antiguo. Creen que representan el futuro (yo creo que el pasado). Son antiamericanos (americanizados, por supuesto), antimilitaristas, anticlericales. Se implican en la peligrosa aventura de estatutos y autodeterminaciones: prometen demasiado, luego vacilan, ya veremos lo que sale. ¡La nación entera, temerosa, es testigo día tras día, mes tras mes, de un juego peligroso!

La historia de España desde Grecia y Roma, la reconquista frente el moro, el descubrimiento y conquista de América no les dicen nada. Nuestra cultura occidental parece que tampoco. En su mundo todo es igual a todo (frase de Papini), todos somos «amigos».

Pero es bien claro que no vamos a islamizarnos nosotros, van a occidentalizarse ellos, antes o después. A pesar de las bombas, del velo y de lo demás.

Se alían nuestros socialistas otra vez con los que siguen las posiciones más extremas, con los diversos nacionalismos y separatismos. No es para tanto, dicen, se busca un acuerdo: autogobierno catalán y seguridad para todos. Diálogo, etc. Algo que equivale a una propuesta de ruptura de la Constitución y no pueden presentar como tal (no tienen los votos), lo presentan como un estatuto que asearán debidamente. Mejor habría sido que, según está ahora, no lo hubieran admitido. No es de recibo.

Escucho a don Manuel Azaña en las Cortes del 31 defendiendo el Estatuto catalán: pacificará a España, todos iremos juntos. Copio del excelente libro de García de Enterría Manuel Azaña. Sobre la autonomía política de Cataluña. Dice Azaña:
«La libertad de Cataluña y la de España es la misma cosa...», «un estatuto de Autonomía dentro de la Constitución republicana», «la unidad esencial de España no puede padecer». En el Estatuto, art. 48, se decía que «es obligatorio el estudio de la lengua castellana y esta se utilizará también como instrumento de enseñanza en todos los centros de instrucción primaria y secundaria de las regiones autonónomas». Suena bien. Ya me gustaría oírlo de nuevo. Y que fuera verdad. Pero los políticos catalanes hablaban ya entonces de autodeterminación, con Wilson, aunque él se refería en realidad a las naciones ex coloniales. Y Ortega y Unamuno desconfiaban.

Ya saben la continuación. Luego, tras el volem l´ Estatut a la caída del Franquismo, surgió el segundo Estatut. ¡Qué bien se habría hecho en restaurar el del 31! Si hubiera habido buena fe, con ceder una vez, en 1931, habría bastado. Pues ahora vamos por el tercero. Será, si es, el gran modelo para otros estatutos, por no hablar del tema más peligroso, el de los vascos.

Saltemos a nuestros días. Imprudentemente, Zapatero se puso al lado de los independentistas, algunos sin disfraz, otros con él. A ver cómo se las compone ahora. Pero vuelvo atrás, una vez más. En realidad, aquel primer estatuto vino del Pacto de San Sebastián en 1930: repartámosnos el poder, esa era la no tan novedosa doctrina política. Luego, en el 34, Compayns proclamó el «Estat Catalá» desde el balcón de la plaza de Sant Jaume. No sin cierto temor («veremos cómo acaba esto», dicen que dijo). Y en el 36 y siguientes, la Generalitat fue la cruz de Azaña y de Negrín, entre otros: de independentismo «necio y aldeano» hablaba Negrín. Así, en cita literal, en el libro La guerra civil vista por los exiliados de Carlos Rojas.

En fin. El terrible error -y por esto hablaba de semejanzas- fue que, como otra vez ahora, la izquierda, incluso los sectores más liberales, se unió en un momento dado a los extremistas y a los separatistas. Por puro cálculo del voto. ¡Qué error el de olvidar la historia!

Pero así ha sido. El pacto de Gobierno, tras 2004, fue miserable. En vez de un pacto, a la alemana, entre los partidos mayoritarios, cuyos programas no estaban tan lejos, aliémonos, pensaron, con la que llaman los ingleses franja lunática. Esto en Madrid. Y los catalanes crearon su tripartito. Con él, tras el primer y el segundo estatuto, aprovechando las crisis de España, como siempre, ¡vayamos a por el tercero, el más radical!, se dijeron.

Una nación con bases romanas y un poder centralizado desde hace 1.500 años, reconstruido luego tras la derrota del moro a fines del siglo XV, no nacido ayer, como nos quieren hacer creer, está en riesgo. Ahora es un «estado» que aceptarán sus «naciones» si lo estiman conveniente. Una minoría ínfima puede arrasarlo todo. Extraña democracia.

Y se renuevan artificialmente los rescoldos de aquella lucha civil ya olvidada. Se bastardea el programa socialista, que nunca ha propuesto la escisión de España. No saben ni qué hacer. Está, sin duda, su conciencia, pero temen perder la unidad del partido y la opción al poder.

Y es que la derecha había aceptado un pacto: la Constitución. Y cerró los ojos (e igual los socialistas) ante su incumplimiento: eso de la obligación de aprender el español y el derecho a usarlo, eso de no admitir partidos contrarios a la Constitución, son letra muerta. Las Autonomías rebasaron su marco original: derroches, tabiques, usurpación de la Educación. La lengua española por los suelos. ¡Y algunos piden más! En fin, he hablado de semejanzas y diferencias. Ahora van las diferencias.

La situación social es distinta, el nivel de vida ha subido. Ya no existe aquel modelo de la revolución soviética que perseguían el famoso Lenin español y otros más, tampoco el modelo fascista. ¿Por qué repetir, entonces, aquellas alianzas? Pues se repiten. Zapatero y los suyos se alían a los herederos de las locuras de entonces. Dice que es «rojo». Ni él mismo se lo cree.

Pues bien, las cosas han cambiado. Hay nivel de vida y hay paz social, salvo hechos puntuales. Los partidos no tienen pistoleros. Solo hay unos agitadores que buscan subvenciones. Ni hay derecha extrema significativa sobre modelos fascistas o nazis. Ni hay ejército conflictivo.

Es un clima diferente, con unos ciudadanos bien alimentados, pacíficos, enemigos de sueños fratricidas. ¿A qué viene el intento de reintroducir el clima aquél, con problemas creados artificialmente por unos pocos políticos?

Zapatero, con ayuda de sus socialistas y de los nacionalistas y los separatistas, será presidente hasta que Dios lo quiera.

Veremos. De momento, las esperanzas de que, dentro del partido socialista, se desgajara el sector que no gusta de esas alianzas, se han esfumado. La disciplina de voto y la esperanza en los recortes, han podido más: han votado por la admisión para el debate de un texto que no querían. Y estamos donde estábamos hace setenta y cuatro años, en el momento que parecía superado. Esperamos, tan sólo, que muchos hayan aprendido y que las turbulencias envueltas en buenas palabras acaben por amainar y pasar."

En definitiva, qué error el de olvidar la Historia, ... y qué error el de no saber Historia ni de interesarse por Ella.