Mirada de Occidente

"El mal es bien, y el bien es mal ..." Macbeth, William Shakespeare

miércoles, julio 13, 2005

Están entre nosotros. A qué tiene gracia.

Interesante artículo de Valentí Puig en ABC el día 12 del presente.

Aquí lo teneis:


El documento "Jóvenes musulmanes y extremismos" (Parte I, Parte II, Parte III y Parte IV ) -filtrado ahora y elaborado por el Gobierno británico a mediados de 2004- no hacía más que confirmar la tesis de que parte de la segunda y la tercera generaciones de inmigrantes musulmanes tiende a radicalizarse en toda Europa.
La captación de esa juventud es sistemática, al modo de la pesca de arrastre, desde los caladeros suburbanos de la Europa de baja natalidad hasta los campos de entrenamiento de la yihad. Algunos analistas subrayan que si, según el informe, un 1 por ciento de esa población musulmana cae en las redes del islamismo, en el caso de los 1.600.000 musulmanes que viven en Gran Bretaña, el total de terroristas potenciales es de 16.000. Los autores del atentado quizá sean células foráneas, pero lo cierto es que existe un vasto islam interno que también dispone de activistas entrenados para la violencia y la destrucción en nombre del totalitarismo islamista.

Las políticas angelicales de inmigración, sumadas a una tan laxa noción del asilo político, han originado esa presencia masiva en Europa, consecuencia de programas incontrolados de reagrupamiento familiar o de conversión de trabajador temporal en residente fijo. Ese fue el caso del Reino Unido. En Francia, los seis millones de residentes musulmanes pueden duplicarse en horizonte de veinte años. Entre 15 y 20 millones, en Europa representan entre un 5 y un 10 por ciento de la población. En sus sectores juveniles más insatisfechos, que pueden paradójicamente ser los más marginados y los que tienen buena formación universitaria, Al Qaida recluta todos los días. Es como para irlo repitiendo una y otra vez, a modo de letanía: Al Qaida está aquí y no va a irse por las buenas.

La adhesión del islam radical británico a la condena de muerte contra el escritor Salman Rushdie por el ayatolá Joneimi desde el Irán fue un ensayo general que llevaba tiempo preparándose en las mezquitas de Londres, Birmingham o Bradford. Los mismos imanes predicaron a favor de Sadam Husein en plena primera guerra del Golfo cuando los soldados británicos -el hijo del vecino, por así decirlo- podían caer en el frente. Como se repite estos días, Londres tiene reputación tanto de bastión en la guerra con el terrorismo como de paraíso para extremistas. La yihad ocupa el lugar del submundo anarquista que presentó Conrad en su novela «El agente secreto». Ahí están la guerra santa por internet, las cuentas de la GIA argelina, el cantante Cat Stevens convertido en Yusuf Islam, la pedagogía del califato mundial, el "Parlamento musulmán" instituido en 1992, el imán de brazos amputados, fondos de financiación salafista, toda la parafernalia metodológica del odio. En el Reino Unido, la práctica religiosa del islam es una de las más elevadas de toda la Unión Europea.

En cierto modo como opinión oculta o algo así como desactivada, un significativo porcentaje de la sociedad británica -especialmente en Inglaterra, con más inmigrantes de Gales o Escocia- lleva tiempos presintiendo que la entrada masiva de inmigrantes tendría en algún momento consecuencias inesperadas y seguramente negativas. Ese es el voto que hubiera generado una extrema derecha a no ser por la capacidad de ósmosis del partido "tory".

Como consecuencia del ataque contra las torres de Manhattan, una nueva legislación antiterrorista dio paso a la prohibición de unos veinte grupos del islamismo radical: esa nueva ley permite actuar contra "la incitación a actos terroristas en el extranjero desde Gran Bretaña". Ese fue un gran avance. Por desgracia, será a causa del atentado de Londres que otras medidas legítimas vayan a ser tomadas, quizá con retraso. No parece que a los británicos se les tengan que dar lecciones sobre cómo garantizar los ámbitos de la libertad incrementando las garantías de seguridad. Suene bien o mal, a eso se le llama tolerancia cero.

Ya lo dijimos: es la hora de Hobbes. Es la hora de la toelrancia cero. Pero como por aquí somos más papistas que le Papa, pues nada a seguir haciendo amigos en el Rif.